Me resulta imposible imaginar que ya nunca estaré sentado contigo, ni oiré tu risa, que todos los días por el resto de mi vida estarás ausente.
El duelo por la muerte por suicidio
Desde los primeros minutos tras recibir la noticia de la muerte por suicidio, gestionamos psicológicamente dos hechos terriblemente devastadores a la vez: la noticia inesperada de la muerte y el porqué de esa muerte. Una experiencia emocionalmente desbordante y traumática para cualquier persona.
Es doloroso hacer frente a cualquier muerte, pero en la situación de un suicidio se añade la angustia de querer saber o entender qué es lo que la ha forzado. Esto añade un matiz diferente al duelo por suicidio en relación al resto de duelos. El duelo es un proceso, no una enfermedad.
Con la elaboración del proceso de duelo, la persona que murió puede llegar a ser parte de nuestra vida de una nueva manera. Cuando se ha podido hacer esta elaboración, la mayoría de la gente empieza a reconocer que se siente, lentamente, con más energía y cierta esperanza.
Hablar de sus recuerdos, poco a poco, no nos será tan doloroso, a pesar de que este dolor no desaparece nunca del todo, se aprende a convivir con él. Sin embargo, existe un sentimiento común entre nosotros los supervivientes, y es que la vida nunca más será la misma.
Afrontar el duelo por la muerte por suicido no es sencillo, y acostumbra a comportar una alud de emociones y sentimientos intensa, opresiva, difícil de entender y, a veces, de gestionar.
El dolor
Convivir con el duelo por suicidio
- Lo que el superviviente necesita es tu presencia a su lado y escucha incondicional.
- Ofrece tu apoyo sin emitir juicios ni opiniones.
- Acepta su conducta y permite que exprese sus sentimientos de culpa, enfado, rabia y pena.
En muchas ocasiones, nos angustiamos ante el sufrimiento de otra persona e intentamos que se tranquilice y deje de expresarlo y sentirlo con frases como “anímate, no llores más”, cuando en realidad, vivenciar el dolor es lo que ayudará a la persona a transitar el duelo adecuadamente.
Ten paciencia y deja que explique, tantas veces como lo necesite, la historia, sin interrumpirle. Utiliza el nombre del ser querido en lugar de «él» o «ella». Esto humaniza al fallecido y resulta más reconfortante para el superviviente.
El duelo es individual y diferente en cada persona.
La ayuda profesional puede ser útil para algunas personas. Otros supervivientes encuentran ayuda en asistir a reuniones de grupos de soporte con otros personas en duelo. Allí se comparten abiertamente la experiencia y los sentimientos con otros supervivientes, sin ninguna presión, ni ser juzgado, sin miedo, ni vergüenza.
Cuando alguien muere, tenemos que hablar por él en el mundo.